La Academia
Hace mucho tiempo habité un sitio muy querido que ya no existe, una de las ciudadanas de ese foro era hincha de Racing Club, tambien conocido como La Academia. Hoy quisiera felicitarla pero es imposible. Soy un perro que recuerda.
Hace mucho tiempo habité un sitio muy querido que ya no existe, una de las ciudadanas de ese foro era hincha de Racing Club, tambien conocido como La Academia. Hoy quisiera felicitarla pero es imposible. Soy un perro que recuerda.
De que sigo por aqui, no me he ido. Sigo entrando a este sitio a pesar de que no entre nadie, a pesar de ser el unico que deambula por lo que un dia fue un sitio animado. Yo no me olvido de los lugares queridos.
Me siento como un okupa que habita una vieja casa semiderruida en la que el dueño nunca viene, ni él, ni sus amigos, ni su familia, ni sus vecinos, ni nadie, o tal vez viene todos y cuando ven que ando por aquí observan, suspiran o maldicen y prefieren irse sin dejar huella.
Sólo hoy se me ocurrió pensar que el dueño de casa hizo este sitio con algun motivo, tal vez ese fin ya se cumplió y yo ando aqui dando jugo, cuando el dueño de casa preferiría que esto estuviera vacío, sin okupas com yo, que sólo permaneciera el recuerdo de lo que aquí se vivió, de lo que se amó o de lo que se leyó.
Yo no puedo olvidar a Pakito, que un día lejano me acogió en su casa una noche de invierno para ir a ver a Los Cuenteros en un barcito de Madrid. Estoy seguro que él ni siquiera recuerda eso. También recuerdo que compré el libro de Cerro, el de los renacuajos, eso ya fue mucho después, cuando yo era gente de bien, ya no era un tirao, pero cuando era un tirao esta casa me acogió y encontré un sitio en el mundo, igual por eso nunca me voy, o simplemente porque soy idiota o no me doy cuenta que estorbo.
Tambien recuerdo a la yorugua, que me recomedó a La Vela Puerca, imposible no recordar esta casa cuando los fui a ver en vivo. O a Comella Firmet de Ediciones Guallavito que a mi sólo su nombre me seducía, aunque nunca cruzamos ninguna palabra.
¿Dónde se fueron todos? ¿por qué nunca nadie vuelve?¿se los comió la fiebre del olvido?¿Nunca fueron felices aquí? o ¿igual se perdieron y ya no saben entrar? o perdieron la llave de la puerta y vienen a ver la casa pero se quedan a las puertas sin saber que yo estoy dentro.
O igual no soy un okupa y al final de cuentas soy como Asterión y esta casa es mi laberinto.
Bajaba como flotando por una enorme ladera verde que resultó ser un inmenso mar verde, de coníferas. Todo lo que podía ver hacia donde girara la cabeza era un bosque sin fin y por lo visto yo venía bajando por una montaña deslizándome como en un tobogán por sobre las copas de los árboles. Pensé en verde, en el original, el auténtico, en el verde que me habita y que me recuerda a cada momento que no soy de aquí, que soy de allá y que me grita que éste es una copia homologada y nunca será el como el otro. De pronto el tobogán verde desapareció y el y todo cambió a una ladera de barro con surcos, como los que dejan las carretas en camino de tierra. El viaje fue de lo mas curioso, desde la verde alegría del bosque al barrio y su oscuridad. Cuando por fin toqué suelo me encontré ante lo que me pareció como una enorme cueva, pero también podría haber sido un enorme nave industrial, sin embargo todo estaba muy oscuro, sólo un tenue rayo de luz se filtraba por el techo pero fue suficiente para hacerme ver una enorme pila de algo parecido a carbón. Me recordó al papá y su vida minera en Lota, o algún cómic de Moebius. Alcé la vista y traté de ver lo más alto de la pila de cabrón y creí ver una serie de recuadros negros, que debían ser ventanas, por alguna razón pude ver mi viejo teléfono móvil en el alféizar o simplemente lo imaginé, porque físicamente no debería poder verlo, la distancia era mucha y estaba todo muy oscuro. Subo escalando como pude la montaña de carbón y me cuelo por una de las oscuras ventanas y aparezco otra cueva, una subterráneas en Mehuín. No sé porque tenía la certeza de que era Mehuín, de hecho no tenía forma de confirmarlo pero lo sabía. El suelo era de arena húmeda y al fondo se veía el luz. Habían enormes contenedores medio enterrados en la arena, se nota que el agua entra en esta cueva (pensé). Resultó ser un intento de ciudad subterránea que falló por culpa del mar, lo pensé y lo sentí, sentí una enorme ciudad subterránea inundada de un agua azul y transparente mientras yo caminaba por lo que debería ser una calle, podía respirar sin problemas, sacudí la cabeza y me encontré subiendo una cuesta en dirección de la luz que vi al principio y conseguí salir al exterior y vi un sol radiante y el mar que se extendía frente a mi, bravo y lleno de espuma. Me quedé observándolo por un tiempo y decidí caminar hacia mi derecha, por toda la playa. No vi a nadie, pero de pronto me encuentro con un enorme peñón que se hunde en el mar, lo rodeo como pude tratando de que el mar no me lleve y cuando salgo al otro lado veo a toda la playa llena de toallas y en cada toalla una preciosa chica tomando el sol. Nadie se baña en el mar, todas estaba muy ocupadas hablando entre ellas, riendo, bebiendo o simplemente tumbadas tomando el sol. Cuando las más cercanas a mi notaron mi presencia hice un gesto estúpido que les hizo gracia. Caminé en dirección a ellas que me recibieron con brazos abiertos.
Papá iba manejando el pequeño Maruti de Andrés, pero en algún momento algo hizo clic en su cabeza, paró el coche, se bajó y dejó de reconocer el mundo que le rodeaba. Lo recuerdo porque estaba camino del centro así que fui el primero en llegar a la esquina de calles Vicuña Mackena y Prat donde está esa iglesia Anglicana de forma puntiaguda. El Maruti estaba atravesado en la calle, había mucha gente rodeando el coche porque el atasco era monumental. La fila por calle Caupolicán era interminable. Papá estaba de pie fuera del coche, en la calle, mirando desconcertado sin saber qué hacer, aún no había llegado la policía, así que dije algo para calmar a los automovilistas, me acerqué lentamente a el, por si no me reconocía; me miró y sonrió, lo abracé y conseguí que se volviera a subir al coche, yo trataba de no llorar. El hombre que me enseño con su ejemplo, lo que es ser buena persona, ya no podía valerse por si mismo. Todos los años de ausencia buscando una vida mejor se me acumularon en la garganta y las lágrimas empezaron a brotar lentamente rodando por las mejillas, en silencio. Los ojos nublados y el nudo en la garganta me hacia imposible decirle a mi viejo cualquier cosa que lo hiciera sentir mejor. Me giré hacia papá que iba de copiloto y le sonreí, el me devolvió la sonrisa con cara ausente. Arranqué el Maruti justo cuando empezaba a llover. Salimos rápidamente mientras pensaba, que debo hablar con Edith. Hace mucho que no hablo con ella, más bien es ella quien no quiere hablar conmigo. Por lo menos papá me reconoció y se dejó hacer. Mientras conducía de vuelta a casa pensaba en cómo decírselo a mamá.
Llevaba puestos unos pantalones muy ajustados, blancos, con estampados en flores, como los que gustan, lo raro es que sabía a ciencia cierta es que eran esos pantalones no eran míos, sino de Judy Reyes, la actriz que hace de Ann en Claws, tampoco es que en la serie el personaje sea muy femenino, me seduce mucho más Desna Simms con toda su abundancia, pero bueno. De pronto estamos en el segundo piso de la casa de mi abuelita, en Carahue, en la que fuera la habitación de mi querida tía Ely. El segundo piso era una especie de laberinto de madera, las habitaciones estaban distribuidas de una forma muy extraña, de pequeño no era consciente pero de mayor sí. Supongo que la casa la construyó en parte mi abuelo, que era campesino, no albañil y eso se nota. Estaba mis padres y mis hermanas sentados en la cama llorando, los recuerdo cabizbajos y con una profunda pena. No sé si ellos me veían, pero era extraña la mezcla de un sitio tan querido con la pena y el dolor de mi familia.
Estábamos en Bilbao. Seguro que era Bilbao. Delante nuestro habia una especie de playa terraza y al costado unos interminablemente altos edificios de viviendas.Me estaba preguntando ¿dónde estaría Raquel? cuando de pronto eo a alguien pasar corriendo ami derecha, va y se tumba boca abajo encima de una toalla, lo gracioso es que iba desnuda, era Raquel la que pasó en pelotas a mi lado y se tumbo a dejar pasar la vida. Me acerqué a la pareja mayor que estaba sentada en una mesa justo al lado de donde se instaló Raquel, ellos tambien iban desnudos. Les preguntaba por la ciudad. De alguna manera tenía la certeza de que la ciudad era muy angosta y extremadamenente alargada, sabía de un tren y de algo azul, árboles enormes que dan sombra, hablaba de ello con el anciano cuando desperté.
Central baterias era un bolichito de reparación de baterías de coche. EL dueño era "peinaíto" un joven pelos de pincho que se hizo amigo del papá cuando tenía el taller Pedro de Valdivia casi esquina España. Peinaíto, en realidad se llama Jorge, trabajaba en el local de la esquina, justo al lado del tallercito del papá. EL local era de la señora Zaida, una profesora de matemáticas de no recuerdo qué escuela pública a la que pagaban puntualemente el alquier y en los ratos de ocio, hablaban de lo humano y lo divino entre ellos. Con eltiempo Peinaíto se fue y llegó Gastón, ¿o eso fue antes?. La cosa es que Jorge era del mundo rural, como el papá, asi que hicieron buenas migas desde el principio. Más bien venían dle mundo rural, porque hace años que trabajaban en la ciudad pero esa parte campesina siempre habitaba en sus corazones, en eso creo parecerme a mi viejo. Estaba recordando a Jorge y esos años del taller de papá cuando de pronto me encontré deslizándome pendientete abajo, tenia en la mano una especie de cuerda y a los costados veía cómo dos cintas amarillas demarcaban el carril por el que iba resbalando. Al final llegue a abajo del todo y senti el agua en los pies, iba descalzo, y estaba todo encharcado, entonces desperté
Estaba en algún sitio como Mehuín, la verdad es que sabía que era un lugar de playa pero no la veía. En algún momento tuve la intención de subir al mirador que había en una enorme montaña verde, y eso me pareció curioso, una montaña llena de árboles al lado del mar. Las montañas reales, las de verdad, son las de la Cordillera de los Andes, con esa verde orinal de bosque nativo y araucarias. Eso mismo me hizo pensar en Asturias o Cantabria, en fin. De pronto iba en una micro, como las que me llevaban al campo de mi abuelito, El Manzano, cuando era pequeño, es decir, llena de gente de campo, pero de Chile, no españoles. El techo de la micro iba cargado con las cajas y cosas del pedido de mes, sacos de papas, mallas de cebollas, cajones de tomates. Era una micro rural chilena subiendo por las montañas de la cornisa cantábrica. De pronto creo que llegamos a un pueblo pero pasamos de largo y acto seguido me encontraba en una pequeñísima hendidura en la montaña mirando el mar, muy lejos hacia abajo se veía una pequeña playa de arena blanca pero yo estaba a demasiada altura para distinguir nada, no sé que pasó, ni con la micro ni con la demás gente, yo estaba pegado de espalda a la pared de la montaña y solo tenia un pequeño sitio donde apoyarme. El día estaba despejado y hacía una encantadora brisa marina, podía percibir el olor a sal, estaba mirando el horizonte y pensando en la inmensidad de lo que tenía delante cuando de pronto me giro hacia la derecha y veo un gigantesco árbol tumbado que hundía su tronco por kilómetros mar adentro del que asomaba en dirección hacia mi una enorme trozo de raíz. Todo era gigante y yo era una hormiga, me hizo pensar en el tamaño de las naves de Star Wars y lo insignificante que es una persona al lado de una. ¿Cómo pudo llegar ese árbol hasta allí?, ¿cómo podía ser tan, pero tan grande?, ¿cómo no lo había visto antes?, ¿qué hizo que cayera?. Otra imagen que se me vino a la mente fue la del final del Planeta de lo simios. Pensé en que parecía un alerce, por lo recto y enorme del tronco, y sentí un poco de pena un árbol tan majestuso muerto, recordé el verano de mochileo en la carretera austral y los alerces del parque Pumalín. La verdad es que el paisaje era precioso, me gustaba mucho y mientras estaba absorto en mis recuerdos creo que una ola azotó el sitio donde estaba y perdí un zapato. Mi preocupación era el zapato, no que pudiera caer y morir. De pronto me encuentro corriendo pendiente abajo por una calle de barro y puede ver que estaba en medio de unas chabolas, que estaban muy pegadas unas a otras, como las de las películas orientales, tenía ala certeza de que mi zapato estaba al final de esa pendiente, de pronto me encuentro con una especie de jaulas pequeñas que alguien me explicó que era un gallinero, entonces desperté.
Estaba en la platea de un recinto en el que actuaba David Bowie. De pronto todo el mundo despareció y Bowie cantaba sólo para mi, mirándome fíjamente con sus ojos bicolor a no más de 5 metros, casi podía tocarlo. Entonces todo el mundo despareció del recinto y estábamos los dos frente a frente en la cancha, en un parpadeo vi a David darse media vuelta y desaparecer por una puerta pequeña, le seguí por unos pasillos estrechos cuando de pronto me lo encuentro en una habitacion pequeña, mal iluminada, apoyando una mano en la pared y esperándome, no dijo nada, solo me miró y entonces desperté.
Iba caminando por Pedro de Valdivia, lo que cuando era pequeño era el final de Temuco, donde estaba el terminal de la 3, hoy ha cambiado, incluso Javiera Carrera conecta ese barrio periférico con los barrios jai, como la Cataluña Campalau y poco más adelante con el mismo barrio inglés. Bueno, por el barrio vivía Juan Díaz, el bueno de Juan Díaz, un trabajador de mi viejo, con el que discutíamos sobre las cosas importantes de vida, el a sus 35 y yo a mis 12; quien era más grande si Frenando Ubiergo o Raphael, o si es mejor el Colo o la U. Calles de barro y mal viviendas que cada uno pudo construir. De pronto tuve una visión panorámica de la huerta valenciana, como si estuviera desde la casa de Ramón viendo la Pobla de Vallbona, pero no era la Pobla, era Benalmádena, en mi Andalucía querida. Estaba alojado en un hotel y había una convención de ancianos, por todos lados, veía gente mayor disfrutando del sol. Pasé por delante de la zona de restaurantes y me fui a la playa. Extrañamente el paseo marítimo estaba muy, muy alto respecto de la playa, mas alto que el malecón de la Habana. Había poca gente en la playa, yo iba caminando cuando de pronto, en cuestion de un segundo una ola gigantesca nos barrió a todos, yo pude mantenerme a flote, no se como pero lo conseguí, al fina la ola me dejó en nuevamente en un sector similar a la panorámica de la Pobla. Caminé por estrechas casas y termine en el patio de una que extrañamente me recordó a Amparo. Me socorrió de alguna manera porque sabía lo de la ola gigante, por todos lados se veían abuelos tratando de recuperase de donde los dejó el mar. Como pude, salí a la calle y buscaba la forma de volver al hotel o a casa. Pregunté a alguien por la parada del metro, o del tren, y de pronto me encontré en El Rincón de la Victoria, yendo de camino hacia la parada del autobús, como cuando trabajaba con Salvador. Entonces desperté.
Estaba en Argentina, no sé por qué, pero lo sabía, o lo quería saber. La cosa es que estaba caminando por el barrio, solo, no sé muy bien cual de todos los barrios porteños, de hecho nunca he pisado Baires. La cosa es que estaba caminando por una calle con pendiente, llena de terrazas, las mesitas se cumulaban a ambos lados de la acera y la calle era estrecha. Yo iba esquivando mesas, vasos y personas y sientiéndome agobiado por la cercania de tanta gente. Pensé en ese dia lejano cuando con Edgardo y su polola fuimos a Recoleta. De pronto me giro y veo un tremendo edificio a mis espaldas, como si estuviera en lo alto de una colina, similar a la cúpula del Capitolio, lo podía ver blanco recortado contra el cielo de nubes. Creo recordar que Raquel estaba en el medico o haciendo algún trámite y yo estaba haciendo hora mientras la esperaba. Recordé las mini terrazas de París con mesas muy ordenaditas y muy pequeñas inundando la acera a espera de un cliente incauto que muera de sed y pague 10€ por un refresco. El día estaba nublado, no hacia frio, creo que yo iba en manga corta, y me quedé con esas sensación de que faltaba algo...de que faltaba algo....entonces desperté.
Estaba en Vacouver, no sé por qué pero tenía la certeza de que era en Vancouver y no otra ciudad. Me encontraba en la estación de trenes, estaba saltando por las vías, como si nada, de pronto me encontré en una avión que extrañamente y sin sobresaltos estaba aterrizando en sentido horizontal, resultó que se estaba metiendo en una calle en el sentido de las propias alas del avión,como si el piloto tratara de estacionarlo. De pronto me encuentro en una especie de albergue para mochileros o algo similar, lo raro es que estaba en una cama para 4.Las chicas de los extremos miraban a la pared pero yo me estaba enrollando con la chica de en medio, no recuerdo ni su cara ni su cuerpo pero sí recuerdo que se metió en la cama y ella fue directa al lío. Mas tarde me encontré por el paseo marítimo, bajé unas antiguas escaleras de madera, de enormes tablones viejos y verdes, mis pies tocan el agua y cuando me giro veo un enorme cráter cóncavo y alargado como balón de rugby, parecía estar formado por pequeñas piezas de un mosaico negro como la obsidiana. Desde el fondo del cráter no podía ver el mar, es como si se hubiese levantado justo en el bordede la playa, caminé longitudinalmente el cráter, y salí por el otro extremo cuando una ola rebasó los bordes del cráter y salpicó la cámara de fotos. Tuve un breve flash de Bariloche y de pronto aparecí en un aula. Creo que ese era el motivo de mi visita a Vancouver. Sabía que estaba en la universidad. La clase la estaba impartiendo un alumno, como esos trabajos que asignan algunos profesores. Lo raro es que yo entendía todo y en principio pensé que dominaba el inglés pero mas tarde medi cuenta de que la clase era en castellano. A mi izquierda había un señor con la cara de Santa Claus, rojizo, rechoncho y de barba blanca pero iba vestido de paño inglés, como si fuera J.R.R. Tolkien. Debía ser el rector o algún cargo de gran importancia, en un momento se puso de pie y tomó la palabra, empezó a hablar en inglés y en ese momento me encontré bajando por una pendiente en espiral rodeadode flores y hierba, que me recordaron a las Alpujarras. Aparecí en una sala grande con cuadros en la pared, con el tiempo me di cuenta que era una especie de museo. Distinguí "La caída de Galifrey", y la gabardina de Jack Harness, y me di cuenta de que estaba en una especie de museo de Dr Who. Miré a mi alrededor y vi más cuadros sobre la serie, quería comprar alguno para Carlota pero me di cuenta que no llevaba dinero. Entonces desperté.
Andaba dando vueltas por el barrio Estación. Por las calles Basilio Urrutia con Patzke o Janequeo o Cautín, daba igual era alguna de esas. Todo ese sector que siempre me pareció lejano y raro. Estaba acostumbrado a que en mi población Lanín todo eran cuestas y bajadas pero en ese barrio todo es tan llano que siempre me pareció que no era parte de mi Temuco, es más, me parecía que estaba en Imperial. Creo que tengo ese defecto de niñez, en las ciudades llanas, siempre busco los cerros, tanto espacio llano sin ningún cerrito me es ajeno. La cosa es que de alguna manera yo andaba deambulando por ahí, con un poco más que me alejara llegaría a casa de Verónica. No se cómo en una de esas esquinas apareció un bus ACA de esos cuadrados verde oliva que me llevaban al Manzano, campo de mi abuelitodonde viví mi infancia. Aparece virando muy rápido en una calle y casi se lleva por delante a una persona. Y yo, de pronto me encuentro en el aire, volando como si fuese un pájaro, podía ver un pasiaje desértico y un autobús, ¿seria el mismo ACA?, que atravesaba el desierto por una carretera polvorienta. Desde la altura podía ver el desierto y el mar al costado izquierdo, en un precioso día soleado. De pronto el bus se ha detenido y los pasajeros han bajado, y me doy cuenta que Edith, mi hermana querida, iba en el bus y estábamos en una especie museo en mitad de la nada, por lo visto habia aterridado de mi vuelo. Creo que nos encontrábamos en la tienda de regalos del ¿museo? y de pronto el autobús ya no estaba. Era una especie de parada en mitad de camino en medio de la nada. Algo pasó porque de repente me encuentraba en una cueva enorme, me recordó la casita de madera de la población Lanín donde me crié. La casa y la poblaciónentera estaba en un cerro por lo que la casa estaba sustentada en poyos de concreto. El lavadero, vamos la batea de madera donde mamá lavaba a mano la ropa y rinconcito donde hacía fuego y hervía las sábanas para luego enjuagarlas con azul estaba bajo la casa y sepodía ver el suelo de tierra donde la mamá guardaba el cachureos que yo de niño iba a curiosear. En la cueva podía ver un rayo de luz que entraba desde lo alto de pronto siento que venía Edith a avisarme que el bus volvía a marcharse, entonces desperté.
Venía caminando desde esas casas con forma de "A" que cuando era niño estaban casi al final de Francisco Salazar y que verlas desde el bus intercomunal significaba que estábamos saliendo de Temuco y empezaba el viaje a Imperial o Carahue. Crucé a la maleta por Francisco Salazar y enfilé por Montevideo, ese repecho que hay, por lo visto la intención era doblar en Uruguay para salir a San Martin y luego Andes, es decir, ir a casa, hoy la llamo la casa de los papás. La cosa es que no llegué a Uruguay, de pronto me encontré en un andén de tren, parecía que era un tren de vapor, el anden era de ladrillos rojos, me hizo pensar en la revolución industrial, el techo de la estación estaba todo negro. Subí apretujadamente como pude. Estaba lleno en vagón a pesar de que en el andén no vi demasiada gente, de hecho podia fijarme en la estructura de la estación, por eso veía los ladrillo rojos que me recordaron Liverpool, tal vez por eso lo de la revolución industrial. La cosa es que de pronto el revisor empezaba a revisar los billetes de los pasajeros, yo no llevaba ninguno, ¿cómo pude llegar hasta allí y subir al tren?, no lo sé. Sí sabía que si el revisor me atrapaba algo malo pasaría, sensación fue creciendo dentro de mi, me pasaría algo horrible si me pillaban, de pronto sentí que no el revisor no era una persona, sino que era "algo" que venía por mi me escabullí como pude del vagón y pasé al siguiente, y luego al siguiente y así hasta llegar al penúltimo vagón. No recuerdo si había gente en los vagones, no recuerdo los ruidos, ni el ajetreo de un tren, de hecho no recuerdo ni siquiera la sensación de movimiento, probablemente ni siguiera habíamos salido de la estación, pero tratando de llegar al vagón final pude ver por la ventanilla como había otro chico sumergido hasta el cuello en una especie de piscina, creo que era una piscina enorme con pequeños compartimientos y en un de ellos estaba un chico como yo, estaba atado y amordazado e inmovilizado pero él trataba de zafarse. De pronto vi que por un estrecho pasillito se le acercaron unas botas a la altura de la cabeza. Desde donde estaba debería haber visto quien era pero era como si de un plano cinematográfico se tratara mis ojos solo enfocaban la cabeza del chico amordazado y las botas, cuando de pronto una bota de alzó, no vi la patada en la cara, per sé que llegó, nadie hacía nada por ayudar a ese chico, y encima el algo se acercaba a mi, lo sabía, pensé en subir por el exterior al techo del tren, como en las películas, entonces desperté
Venía saliendo de un sitio muy verde, como de la pre cordillera, el verde original estaba a mi espalda y yo iba muy seguro en dirección contraria. Debía llegar a un sitio desconocido, iba en coche, pero de pronto me encuentro a pie en una especie de laberinto de setos que me recordaron al Generalife de la Alhambra, las paredes de un edificio cercano eran blancas, encaladas. Entré en algo que parecía una iglesia y empiezo a subir una escalera de caracol, no se cómo pero llevaba una bicicleta al hombro. Mientras iba subiendo una por la estrechísima escalera de caracol fui consciente de que en el hombro llevaba esa bicicleta, curiosamente no resultaba incómodo hacerlo para el poco espacio que había. Antes de llegar al fin de la escalera vi que había una puerta, pensé que era igual que esa escena del Show de Truman, entonces desperté.
Estábamos en un pueblo de montaña, lo recuerdo porque a través del parabrisas podía ver los picos nevados. Habíamos comido o íbamos en dirección a restaurante a comer. Viajábamos en una camioneta roja enorme, tipo Dodge Ram, de esas gigantescas. Lo curioso es que quien conducía era mamá, que ni siquiera tiene licencia ni nunca ha tenido, con su tamañito no creo que ni siquiera llegaría a los pedales, pero sí, era ella la que conducía. En un momento de atasco nos detuvimos justo detrás de un camión enorme, me recordaba a los volquetes mineros de Chuqui. Pero éste no llevaba material sino que cargaba un montón de de varillas de hierro, atadas en fajos, para la construcción pensé. Yo que iba en el asiento trasero podía ver como asomaban los extremos de las varillas por detrás del camión. De pronto una de ellas, como si la hubiesen cogido con la mano empezó a deslizarse de entre el atado, al principio no nos dimos cuenta pero luego pudimos ver como se acercaba a nosotros, lentamente, no podíamos movernos por el atasco, tampoco usamos el claxon para llamar la atención del camionero, solo vimos impávidos como la varilla de hierro se acercaba lentamente al parabrisas, lo perforaba y entraba en la camioneta, sin dañar a nadie. Me bajé indignado a encararme con el chófer del camión pero una vez estuve en frente de la puerta del conductor, el camión ya no era tan grande, parecía mas bien una camioneta, blanca, pero no tenia nada que la identificara, ni matrícula ni adhesivos de la empresa, ni ninguna señal que pudiera indicar a quien reclamarle, tampoco vi al camionero o conductor. Tampoco se explicaba cómo lo que desde el interior de nuestra camioneta parecía un camión muy alto, pero que en realidad era una camioneta más baja que la nuestra pudo deslizarse una varilla que perforó el parabrisas. Cuando bajé y viendo la camioneta blanca pensé que la varilla debería haberse movido desde abajo hacia arriba, pero cuando estábamos en el interior de la nuestra todos vimos que llegaba desde arriba hacia abajo. En la calle estaban los dos coches solos en medio del atasco, que no era atasco, lo único que seguía igual eran las montañas y el sol.
Estaba a medio camino desde la sucursal de Arturo Prat con la nueva de Andrés Bello. De pronto me encuentro caminando con "un jefe", y no se por qué estábamos en Padre las Casas, recuerdo que caminábamos lentamente como dando un tranquilo paseo a media mañana y me estaba diciendo que yo era muy informal en lo que tiene que ver con la ropa. Efectivamente solía vestir con pantalones de tela pero con un polo, no con camisa, sin corbata por supuesto, y en ese tiempo lleavaba coleta. Fué cuando conocí a Verónica. Pues ahora debería vestirme de traje azul, camisa celeste y corbata. En eso volví a estar en medio de calle Prat y veo a Sonia con una bandeja en la mano, como si llevara canaepés o algo así. Me estaba hablando directamente a mi pero no podia distinguir qué es lo me que estaba diciendo. Entonces desperté.
Se llamaba Elena, Elisa, Elizabeth, Elsa, Ema; no recuerdo muy bien su nombre pero seguro que tenía una o mas "E". Era de piel blanca, pelo liso, en las mejillas tenia un poco de acné, pensaba que tenia una actitud de la gente de campo. La conocí cuando hice un cursillo de impresión en offset que en Kolping en Padre las Casas. La recuerdo como mujer independiente, fuerte, de ideas claras, de esas que sacan adelante a la familia ella solas. Creo que no era de Temuco sino de las afueras. No era guapa, para nada, pero me caló su personalidad, yo era un pardalo más tonto que un pollo. También estaba la otra chica, una más bajita de pelo liso que la recuerdo porque usaba unas uñas largísimas y unas transparencias que me llamaron la atención, de hecho me exitron en su momento, pero la cosa iba con Elisa, la llamaremos Elisa. Es segunda vez que iba a su casa. Estaba en el ultimo callejón más poblacional de Temuco, de hecho era la ultima casa de la angosta calle. La casa estaba montada en unos poyos debido al desnivel del suelo, casitas poblacionales paradas con cuatro tablas que el gobierno de turno daba a quien tuviera ahorrado 4 pesos. Sabía que ya había estado ahí, no se cuando ni como pero de alguna manera lo sabia. Cuando entré, resultó extrañamentemás grande por dentro que por fuera, (como la Tardis, pensé). En el salón había una luz muy tenue, casi inexistente, pero la mesa (la mesas) estabaniluminadas con una pequeña bombilla. Parecía una taberna medieval las mesas y bancas de madera basta y éstas conformaban el living, no pude ver más de la casa, pero pensé en cualquier momento entra una camarera con corsé enseñando los pechos y con dos jarras de cerveza en cada mano. Parecía que íbamos a cenar, o algo así, yo estaba allí para ¿follar?, ¿hablar?, o ¿habrá muerto? no lo sé, sí que sabía que había algo por hacer. También sabía que tenia una hermana, que me recordaba a la hermana menor de Andrea, que alguna vez la fue a recoger a la oficina, menuda, pelo largo, carita blanca y redondeada como de luna, gafas pequeñas un aire de pava. La vi pasar, más bien sabia que estaba por ahí. A quien vi a pasar fue a un chico ¿o era chica?, vestido en traje de malla negra calada, muy maquillado o maquillada, me recordó a ese actor de Paquita Salas. Curiosamente se veía un poco estrafalario porque era ancho o ancha de hombros y de contextura un poco cuadrado o cuadrada, pero si que supuse que el o ella quería verse sensual o sentirse sensual. Estaba esperando a Elisa que no había aparecido aún cuando sentado en la banca de madera en un momento miré al suelo y vi que el agua me llegaba a los tobillos, entonces desperté.